Villa histórica,
monumental, escultórica y paisajística
Villa
de las Ferias
HISTORIA DE MEDINA DEL CAMPO
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Notas sobre el autor:
Don Gerardo Moraleja Pinilla, autor de esta Historia, fue uno de esos hombres privilegiados a los que Dios otorga condiciones especiales, por las que quedan erigidos, sin haberlo buscado, en mentores y guías de los pueblos. (Tómese esta palabra en el sentido geográfico y social menos ambicioso.)
Era de elevada estatura, enjuto de carnes, de faz alargada y de penetrantes ojos zarcos que le centelleaban inteligentes. Nervioso y vivaz, hablaba a veces entrecortado, más no porque la palabra le fuese indócil. sino porque se le despeñaba en torrentera, empujada por la fuerza de un temperamento vehemente.
Andariego incansable. aprovechaba sus ocios paseando campo a través, afición por la cual conocía el término rústico de Medina hasta en sus más apartados rincones y accidentes. Gustaba de hablar durante los paseos por cualquiera que se le cruzaba en el camino, mejor si el encuentro era con labradores, a los que preguntaba como marchaban las cosas agrícolas, compartiendo con ellos inquietudes, esperanzas y -¡ay!-, frustraciones.
Como hablaba de los problemas camperos en el lenguaje vivo y auténtico del labrador, mucho estimaban los campesinos las coloquiales charlas, que solían deslizarse bajo el claroscuro de los atardeceres.
Dotado de una inteligencia nada común, profesaba arraigados convencimientos mantenidos a ultranza, sin paliativos ni disimulos, aunque el contradictor fuera de la más insolente posición social.
Era de conducta arrogante, lo que, cuando se le trataba al paso y por encima, le mostraba como soberbio; pero escondía en el fondo del alma un venero de ternura que le compensaba con creces de la impresión causada a primera vista por su exterior hosco y, a ratos, un si es no es arisco. Cierto que aquellos sentimientos se ocultaban recatados, como si temiera ser vencido por un flanco de debilidad. ¡Era todo un carácter!
Nació en Gomeznarro el 23 de abril de 1885. Venido al mundo en el seno de una familia honrada de labradores, en cuanto comenzó a ir a la escuela, destacó como niño singularmente dotado de virtudes y talentos, que hicieron de él el alumno más aventajado de la clase, llamado a un descollante porvenir. Su maestro le intuyó claro y aconsejó a los padres que le diesen "estudios mayores", según entonces se decía. Así se decidió su ingreso en el Seminario de Valladolid, prueba para la que le preparó el Párroco de Gomeznarro.
Obtuvo durante toda la carrera las más altas calificaciones y mereció efusivos elogios de profesores y compañeros.
Ordenado de Presbítero, cantó su primera Misa allá por los años 1907 o 1908. Año ni fecha hemos podido puntualizar. Su hermana doña Dominica nos ha dicho que no recuerda. "Yo era niña -añadió-, y por más memoria que hago no puedo recordarlo".
Cuánto fuese el gozo de la familia en aquella venturosa solemnidad y cuánto el júbilo del misacantano y cómo asomarían a los ojos de padres y deudos lágrimas felices, no es difícil imaginárselo.
Tuvo su primer destino en la Coadjutoría de Castrejón de Trabancos, y al cano de no mucho tiempo se le trasladó, ascendido, a Carpio, encargándose de las mismas funciones de Coadjutor, pero como Párroco de hecho, pues el titular, valetudinario y senil, ya no podía levantar las cargas parroquiales.
Dejó en Castrejón y en Carpio fama de Sacerdote activo, inteligente, bondadoso y humilde, bien preparado y abierto a las últimas corrientes de la época. Muchos años habían transcurrido desde que don Gerardo pasara por Castrejón Carpio y todavía pudo oír el autor de estas notas comentarios de testigos directos que encomiaban la labor del bisoño Presbítero en esos dos pueblos.
Don Melchor Herrero Tejedor, Párroco de la Colegiata de Medina o Iglesia de San Antolín, falleció el 5 de marzo de 1911. La recién abierta hoja de servicios de don Gerardo Moraleja -recién estrenada, pero colmada de brillantes méritos-, llegó hasta el Eminentísimo Cardenal Cos, Arzobispo de Valladolid, y éste le otorgó la regencia de la Colegiata con los deberes y prerrogativas de Ecónomo.
Trajo nuestro personaje a la Colegiata aires nuevos. Actualizó la catequesis mediante renovadores métodos pedagógicos; dio más esplendor a los cultos; hizo progresar la anquilosada y anémica predicación evangélica, y, en suma, puso tanto celo en su pastoral cometido, que el prestigio de don Gerardo, ya bien valorado en el ambiente palatino, se acrecentó ante el Cardenal, llenando de satisfacción el alma del venerable purpurado, que sentiría muy hondo el halago del acierto que tuvo al resolver el nuevo destino de don Gerardo. Con cariño y respeto pagó Medina al Sacerdote ilustre los entusiasmos y dedicaciones que ofrendó a la Parroquia.
Sin embargo, una decisión de Monseñor Segura, Obispo de Apolonia y Auxiliar de Valladolid, decisión que don Gerardo estimó contraria a derecho y que dejaba, conforme él lo entendía, malparados los fueros de la Colegiata, le hizo salir, resuelto y confiado, por su menoscabada Iglesia, pese a lo cual y a la energía que el Ecónomo desplegó en la defensa, el que, trascurridos los años, llegaría a ser Primado de Toledo, no se dio a partido y terne en su fallo, estimó la serena convicción de don Gerardo y su confianza en la Jerarquía. Don Gerardo siguió no obstante, firme en el cumplimiento de sus deberes, y su celo de apóstol no se entibió un punto.
De las diferencias entre el Prelado y el Ecónomo, algo debió pasarse en el ánimo de Monseñor Segura y legárselo a la voluntad obstinadamente, por cuanto que el 19 de Febrero de 1918 recibe nuestro biografiado un decreto de Palacio que le exonera del cargo de Ecónomo y le traslada, como simple beneficiado, a Santa María, de Alaejos. para sustituirle en la Colegiata se designa a don Emiliano de Benito, natural de La Seca y Coadjutor de San Martín, en Valladolid.
Supóngase el lector, si le place -que no le placerá-, con qué talante leería el depuesto Ecónomo la determinación de Monseñor Segura.
Fugaz fue la regencia de don Emiliano en la Colegiata: el 24 de Septiembre de 1918 muere víctima de la calamitosa gripe que asoló España y se cebó en la comarca de Medina.
Otra vez don Gerardo, que no llegó a trasladarse a Alaejos, al frente de la Iglesia de San Antolín como Ecónomo. Sabemos que cuando fue sustituido todas las personas de valimiento de la Villa y las más humildes, alzaron sus voces hasta el Cardenal -voces respetuosas, pero bien timbradas-, redobló su diligencia, y dejó su nombre, todavía, a mayor altura, sin otras miras que el cumplimiento del deber, porque los cálculos del Sacerdote iba secretamente enderezándose hacia otros horizontes contemplados ya de antiguo y perfectamente avenidos con las condiciones humanas y religiosas del autor de esta Historia.
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No tenía don Gerardo Moraleja un ánimo enclenque que se dejara abatir a las primeras -ni a las últimas- adversidades injustas, ni conseguían domeñarle contrariedades inmerecidas. Antes por el contrario -paradoja frecuente en los hombres de brío- , así como que salía fortalecido de los empeños en que arriesgaba su tranquilidad. Empero, algunas muy caras ilusiones y ciertas terrenales creencias íbansele agostando por el camino heroico que se había trazado. A pesar de tales vicisitudes, firme en su firmeza, -y que se nos perdone la redundancia-, "a ilusión muerta", "ilusión puesta" -debió de decirse el egregio Presbítero-, y con esa fe y ese tesón, las ilusiones fenecidas eran respuestas, sin respiro, por nuevas esperanzas, que tenían próximo parentesco espiritual con las desvanecidas.
Ello fue que, trayendo a ejecución viejas inclinaciones, abrió un colegio de primera enseñanza. Lo que tardara en instalarlo -que no pudo ser mucho- menos tardaron los padres de familia en hacerle llegar a don Gerardo peticiones de plazas escolares. La preparación cultural del nuevo maestro, avalada por su carrera; el amor del trabajo que patentizara en cuantos ministerios había ejercido, aseguraban la eficacia del pedagogo. Le llovieron, digo, solicitudes, y sépase que no hubo discriminación caprichosa al hacer la ineludible selección, dada la muchedumbre de aspirantes. Si hubo alguna diferencia, la hubo en favor de las economías menos dotadas, criterio que don Gerardo aplicó siempre que tuvo que seleccionar candidatos; siempre: al principio, al medio y al fin de su magisterio.
D. GERARDO MORALEJA PINILLA
CON SUS ALUMNOS. RELACIÓN NOMBRES DE ALUMNOS DE IZQUIERDA A DERECHA Y DE ARRIBA ABAJO. Felipe Oyagüe, Finca San Luís, Luis Melgar, Cholo-Hurtado, Finca el Pinarillo, Julio López, Félix Carbajosa, Finca San Luís, Eduardo Pérez-Gallinas, Miguel Herrero, Bautista Reguero, Jesús Balsa, Alfonso Alonso, Alfonso Burgueño, Antonio López, Chole de la Vega Benegas, Luís Vega, Teodoro Sanz, Tomás Grande, Alejandro Calvo, Agustín Pérez-Gallinas, Isaac Moreno, José López, Alfonso Fidal, Fernando Mena, José Luís, B. Hispano, Miguel Díez, Antonio Velasco, José Portero, Cordobés, Teodosio Guerra, Francisco Cendón, Gregorio Rebollo, Amado Fernández, Miguel Sanz Garrido, Jesús Parrado, Galván, Gregorio Gutiérrez,¿ ?, José Rodríguez, Gregorio Cuesta, Enrique Molina, Bautista..., Jesús Vicente, Manzano, Mariano Núñez, D. Gerardo Moraleja, Jesús Serrano, Roberto,B. Hispano, José Luis Lambás, Hervella, Antonio Sánchez, Octavio de Ávila, Sixto Álvarez, Pedro Díez, Santiago Caviedes,Fernando Lambás. |
Abogados, médicos, ingenieros, empleados, subalternos, funcionarios. comerciantes, labradores, artesanos..., los antiguos alumnos constituyen una síntesis social en la que están representadas todos los estamentos y todas las clases.
Monumento en la Plaza de Segovia dedicado a D. GERARDO MORALEJA PINILLA
CON SUS ALUMNOS. La asociación de "Antiguo Alumnos de don Gerardo Moraleja" celebrará el 23 de abril el nacimiento del nacimiento de su maestro y mentor: http://www.delsolmedina.com/PlanoMoraleja.htm#2 |
No exagero, lector. Puedes creerme que, a la legua, se distinguen a los que fueron sus discípulos por no sé qué sello de no sé qué cuño especial que les caracteriza. Hablarles de su Maestro y pregúntales por su Maestro, y ya puedes prepararte a oír palabras de acendrada gratitud y a escuchar los más cálidos elogios.
Maestro de las reciedumbres moral e intelectual de don Gerardo, dejan gravado en los pueblos donde ejercen su didáctica un beneficio influjo que, al trasmitirse de generación en generación con perdurable impronta, imprime carácter.
Decía su misa en las primeras horas de la mañana, casi al alba; comenzaba las clases a las nueve; hacía un alto en la tarea a la una; reanudaba el trabajo a las tres y concluía la jornada a las seis de la tarde, a no ser que a las ocho prosiguiese de nuevo con aquellos alumnos que, por trabajar en el comercio o la industria, le suplicaban horas extraordinarias para hacer compatibles el oficio y la escuela.
Y aún tenía tiempo para...
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Y aún tenía tiempo para roer en los archivos de la Villa y bucear en libros y papeles viejos empolvados en Historia; Y aún tenía tiempo para leer y hacer acotaciones al margen, y para estudiar. Y aún tenía tiempo para escribir en diarios de la capital, anticipándonos, como en sabrosos y estimulantes bocadillos, la Historia de Medina del Campo, sobre la que estaba investigando.
Al igual que "Don Quijote" en este otro quijote, con la sotana por loriga y por lanza la inteligencia, tenía su descanso en el pelear. Parecía talmente que la resistencia física, un hombre de hierro.
Y ya que se ha venido a las mentes el recuerdo de Don Quijote, permítaseme decir no haber tratado a persona alguna -y Dos sabe cómo me favoreció la fortuna deparándome amigos de mucho renombre en las artes y en las letras-, permítaseme decir -repito-, no haber tratado a personaje alguno que tuviese tan a punto como don Gerardo, ni que más pintiparadas las trajese al propósito, citas en la inmortal obra cervantina. Se sabía "El Quijote", de memoria pero en seguida le percatabas de que en aprendérsele no había puesto más afanes que el de releerlo mil veces, y no con la pretensión ridícula de alcanzar una erudición a la violeta, que hubiera encajado mal en su carácter sencillo. El deleite que se procuraba saboreando el estilo de Cervantes, eso solo, le llevaba a leer y leer las aventuras y desventuras de "el Ingenioso Hidalgo".
El amor aparente que profesaba a Medina del Campo; lo mucho que por ella se desveló, así, se desveló -entiéndase el vocablo en su más estricta acepción material-, ganaron para don Gerardo las voluntades de todos nosotros, que le reverenciábamos. Mucho habían sembrado el Sacerdote y el Maestro; mucho, muy bien y con mucha paciencia y tino habían cultivado los dos. Por ello los frutos tenían que ser y fueron sazonados y copiosos, y unánime el reconocimiento de la Villa. Gente de toda condición le saludaban al paso con cariño, dándole pruebas de respeto y proclamado su talento y sus virtudes.
El 30 de Octubre de 1942, reunida en sesión extraordinaria la Corporación Municipal, `presidida por el Alcalde, don José Lorenzo Hurtado, aclamó a don Gerardo por Cronista de la Villa, acordando consignar el título en un artístico pergamino, del cual se le haría entrega pública y solemne. En el despacho del Cronista se guarda el pergamino. Don Gerardo se opuso resueltamente el ceremonial de la entrega y ésta se hizo en el recato de su colegio. Lorenzo Hurtado y otros tres ediles, todos antiguos alumnos, en la más recoleta y privada intimidad le entregaron el pergamino. El autor de estas notas presenció la entrega como invitado de excepción.
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Murió don Gerardo en Medina del Campo el 27 de Julio de 1948. La enfermedad, un tanto larga, fue conocida del pueblo y la Villa siguió con zozobra su curso. Hacia las once de la mañana de aquel día apagóse una vida dedicada plenamente al bien del prójimo. Abnegación en el trabajo y en el servicio a los demás, tales podían ser los motes que nosotros escribiéramos sobre el escudo de don Gerardo Moraleja Pinilla, de haber apetecido su humildad timbres heráldicos, pomposas y vanidades perecederas.
Pero muy otro era el insobornable natural del Cronista. Cuando se acordó otorgarle este nombramiento, suponiendo que él que nosotros de algún modo estaríamos "en autos" , nos escribió una carta, que conservamos como reliquia, en la que, con expresiones tal vez excesivamente categóricas, rehusaba la designación y el título. Pasados unos días, debió de reflexionar más sosegado y volvió a escribirnos diciéndonos que agradecía el nombramiento y que lo aceptaba, pero a condición de que el pergamino se le entregara en la intimidad y sus ceremonias.
Cumpliendo la voluntad del Cronista, el Alcalde, don José Lorenzo Hurtado, acompañado de tres o cuatro ediles más, todos antiguos alumnos, le hizo entrega del pergamino en la recoleta intimidad del colegio.
Más volvamos al tema luctuoso. El Ayuntamiento, sabido el óbito de don Gerardo y convocado por el Alcalde a la sazón, don Aurelio Rojo Mondedeu, acordó en solemne sesión de urgencia asociarse al sentimiento público, presidir en corporación y bajo mazas los funerales y el entierro, hacer constar en acta su condolencia y dedicar al extinto una corona en nombre de la Villa. El comercio cerró sus puertas por espontanea iniciativa. Cientos de personas desfilaron ante el cadáver ofreciendo oraciones y lágrimas, y miles de almas formaron después en la fúnebre comitiva.
Marchaba silencioso el cortejo fúnebre bajo el fuego tenaz del sol del mediodía, oyéndose solo, en la voz temblorosa del Preste, los tremendos versículos del "Miserere", y sal fondo, el asordado rozar de las pisadas caminantes, que seguían al féretro como procesión de penitencia. A ratos algunos sollozos incontenidos. Estaba produciéndose la más generosa y sentida manifestación de duelo que haya podido presenciarse en Medina del Campo; la más multitudinaria; la más cálida; la más auténtica. La Villa entera dio tierra y gloria al Presbítero ilustre, al educador insigne y a su egregio Cronista. Así, más o menos, reza la lápida clavada en la casa donde vivió y murió don Gerardo Moraleja Pinilla.
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Cualquier momento es propicio para que vea la luz pública obra como la Historia de Medina del Campo. La Historia es la experiencia de los pueblos, que en ella aprenden a mantener sus virtudes y a enmendar errores. Son útiles los conocimientos que la Historia procura a todos, pero más útil todavía la enseñanza que brinda a los sucesores directos de los que fueron protagonistas del histórico acontecer.
Interesa conocer el pasado de nuestra Patria -grande o chica-. bien sea para inspirar nuestro futuro en un pretérito que merezca ser continuado, bien para esquivar ocasiones de contumacia. Y en definitiva, interesa que conozcamos nuestra Historia aunque solo sea para complacernos en la evocación de tiempos que pudieran estar repletos -como el pasado medinense-, de hechos esforzados y de valiosas empresas.
Cualquier momento es favorable -insistimos-, a la publicación de obras de Historia. Más si un libro de estos salta de la imprenta a la calle precisamente en días en que sentimos colectivamente reavivados los deseos de tornar la vista a pasadas épocas de esplendor, buscando con la remembranza acicate para el progreso, entonces el momento, siempre propicio, se hace óptimo en la ocasión, oportunísima.
No pueden ser más adecuadas las circunstancias en que la Historia de Medina del Campo va a ver la luz. Estamos asistiendo gozosos a un movimiento de recuperación -como si dijéramos-, del pasado histórico de la Villa; movimiento que rompió la marcha en el año 1939, cuando nuestro Caudillo Francisco Franco decide la restauración total del Castillo de la Mota para cederlo a la Sección Femenina de Falange Española e instalar en él la Escuela Superior de Mandos "José Antonio". Después se declara monumento histórico-artístico la Iglesia de Santiago el Real, antiguo noviciado de la Compañía de Jesús. Se ha consolidado la que fue parroquia de San Martín, custodia de tablas de Berruguete, y como cima de tales logros, merced a una primera subvención concedida por el Ministerio de Información y Turismo, se han iniciado obras restauradoras en el palacio de don Juan II, donde dictare su testamento y muriera Isabel Primera de Castilla.
(Fue don Gerardo Moraleja quien encontré irrefutable pruebas escritas de que la Reina sin par murió en el palacio de su nombre y no en el Castillo de la Mota, como se venía afirmando por los historiadores)
En paralela corriente a la de recuperación que hemos señalado, discurre otro tendente a mostrar a propios y extraños los parajes en que tuvieran lugar acontecimientos de inmarcesible categoría histórica. Sendas lápidas recuerdan el lugar de nacimiento de Bernal Díaz del Castillo; el convento carmelita donde cantó su primera misa el místico San Juan de la Cruz; el sector de la Plaza Mayor donde instalaban sus bancas los cambistas, que tanto empuje dieron a las clásicas ferias medinenses, si bien -hay que decirlo todo- obtuvieron al tiempo y por compensación cuantiosos lucros; el altar erigido en la fachada de la Colegiata desde el que se oficiaba la Misa del "pópulo" los días feriales antes de que dieran comienzo las operaciones mercantiles.
Este renacimiento del interés que Medina vive ahora por conocer y recordar la historia, está siendo propulsado y sostenido desde las esferas oficiales, concretamente desde el Ayuntamiento. Los Cabildos que ha presidido y preside al actual Alcalde, Ilmo. señor don Ignacio Sánchez López, vienen dándonos pruebas del cuidado que dedican a nuestro pasado, haciendo todo lo posible por que los recuerdos se mantengan vigentes e intentando que los valores históricos recibidos en preciosa herencia se conserven y sean motivos de atracción y de enseñanza.
El ejercicio de funciones políticas y administrativas es lógico que sea ocasión para que los hombres muestren la esencia de su personalidad y de su formación. El médico, sin descuidar otras preocupaciones que el servicio al bien común le imponga, no podrá ocultar su preferencia por los problemas sanitarios; el abogado, por los jurídicos; el profesional de actividades económicas, por los crematísticos. Así es como, turnándose en la regencias de los pueblos hombres de distintas especialidades, los problemas que el bien común plantee vayan siendo tratados y en lo posible, resueltos por especialistas.
Esto a parte de que las corporaciones públicas deben ser constituidas por individuos en quienes todas -o las más posibles- especialidades estén compendiadas, lográndose con ello una especie de resumen o integración muy provechosas.
Nuestro Alcalde, don Ignacio Sánchez López, hombre de letras, asistido de la colaboración entusiasta de sus compañeros de Concejo y que sienten, como él, esos mismos afanes culturales y artísticos, están contribuyendo todos a este renacer de las actividades historicistas.
Monumento dedicado a don Gerardo Moraleja Pinilla en la Plaza Segovia de Medina del Campo |
El Cabildo presidido por don Juan Bautista García Mellado tenía en proyecto la erección de una estatua sedente de don Gerardo Moraleja, que se instalaría en la Plaza de Segovia, donde está la casa y estuvo el colegio del Cronista.
Lápida dedicada a don Gerardo Moraleja Pinilla |
Una lápida señala que en ella tuvo don Gerardo el domicilio y ejerció la enseñanza. Se descubrío con toda solemnidad el 2 de septiembre de 1965, siendo Alcalde don José Andrés Coca Ortiz.
En mejores días no puede ver la luz la Historia de Medina del Campo.
Gracias sean dadas a doña Dominica Moraleja, hermana del autor, que concedió generosamente su licencia para la edición de la obra y gracias también y buenos augurios a don Manuel Mateo, lanzado, por amor a Medina, a esta empresa romántica, que merece la cooperación de todos.
MARIANO GARCÍA SÁNCHEZ
(Cronista de la Villa)
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